‘Stalkear’ es una actividad común y hasta la comentamos con amigos, sin importar la orientación ni género. ¿Estaremos del lado equivocado de la historia?
Los humanos somos naturalmente entrometidos. Unos pequeños espías o detectives (dependiendo del caso) se crean en nosotros cuando debemos averiguar algo por Instagram, por ejemplo.
El stalker pasó de ser un aberrado en la calle a ser común en las redes sociales, ya que con solo un par de clics en su red más usada, podrías saber que ha hecho cualquiera últimamente.
Una situación típica es cuando se empieza a salir con alguien. En piloto automático, casi todos, buscamos su huella digital (literalmente).
Muy elevados aquellos que no lo hacen, pero siempre es similar: nos metemos en el perfil, buscando fotos reveladoras, amigos en común o actividades laborales.
Depende. Claro que, el verdadero acoso o ciber acoso, es un crimen y debería ser condenado.
Ahora, para la actividad de entretenimiento o formación, la cosa cambia. El primer tema es que estamos considerando que un perfil de red social nos dice todo lo que necesitamos saber de una persona.
Por ejemplo, si está sonriendo en todas las fotos, viajando o de fiesta: asumimos la profesión (blogger, influencer, modelo, Dj) y el estado emocional. Sin embargo, lo que mostramos en nuestras redes usualmente no es nuestra vida real. Un estudio de Custard lo confirma.
En este se concluyó que lo más común es que la gente miente o presenta una imagen exagerada de ellos mismos en redes sociales.
Solo el 18% de hombres y 19% de mujeres reportaron que su perfil de Facebook o Instagram era un “reflejo total y objetivo” de quienes eran en realidad.
Por esto, lo normal era que los participantes explicaran que solo compartían aspectos no aburridos de sus vidas (32%) y otros que no eran tan activos como su cuentas lo aparentaban (14%).
Es una línea compleja. El tema es que la gran cantidad de información sobre la vida de las personas (más sobre cosas superficiales) hace que recurramos una y otra vez a ellas.
Todo el mundo ha sentido la tentación de buscar el perfil del ex y ‘stalkear’ un poco. Es peligroso, por el riesgo de convertir este aspecto en un hábito. Tal vez no quiebres un límite per se, pero no es sano porque si el comportamiento se hace recurrente, evita usar el pensamiento para algo más productivo.
Se estima que 210 millones de personas sufren de adicción a internet o redes sociales y estos son el tipo de comportamientos que detonan el fenómeno.
Si los caminos se separaron, debe haber una razón. Lo mejor que se puede hacer es eliminar o silenciar a la expareja del feed, mientras las heridas sanan.
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Lo mismo, vas a salir con la persona y terminas en su perfil de cualquier red.
A los 15 minutos, ya sabes cual fue su último viaje, de qué color es la casa de su abuela, cómo se llama su perro y qué está estudiando.
¿De qué vas a hablar?
Hay una magia oculta en no saber mucho. Es lo que nuestros papás tenían que hacer, por cierto.
Al ‘stalkear’ a tu crush, te puedes armar una idea pre-concebida sobre quién es esa persona. Como dijimos antes, esto no es representativo.
Entonces, si no quieres una cita donde estés aguantándote las ganas de preguntarle por qué tenía un mohawk azul o que te aburras porque ya conoces una historia que te está contando, no stalkees.
Aunque, hay quienes sostienen que es lo más seguro e inteligente de hacer, para establecer canales que permitan hacer una posible conexión.
Lo que sí es evidente y creemos no califica como ‘stalkear’, es que puedes hacer una búsqueda por Google del nombre de la persona para saber que no estás ante un asesino, un acumulador o un fan de Tekashi 6ix9ine.
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