El último duelo, la última película de Ridley Scott, lo tenía todo para ser un bombazo. Una inversión de 100 millones de dólares. Un elenco espectacular: Matt Damon, Jodie Comer, Adam Driver y Ben Affleck. Una campaña publicitaria liderada por Disney. Una ficción basada en hechos reales, que nos devuelve al fascinante imaginario de las justas medievales.
Y por si todo esto fuera poco, estaba también el prestigio del propio Ridley Scott, director de películas míticas como Alien, Gladiator o Blade Runner. En los últimos años el cineasta de 83 años no había dejado de cosechar éxitos: Marte o Todo el dinero del mundo se ganaron tanto a la crítica como al público. Por ello, nadie esperaba el batacazo de Last Duel, que solo ha recaudado 27 millones en todo el mundo desde su estreno.
Los motivos que podrían explicar esta decepción son muchos. El principal: la difícil situación que sigue viviendo el mundo del cine por culpa de la pandemia. Salvo contadas excepciones, las cifras de la mayoría de filmes siguen resistiéndose y mucho tras las restricciones sanitarias. No es un momento fácil para las grandes apuestas: este fracaso comercial podría simplemente estar dentro de lo esperado para nuestro contexto.
Esa sería la explicación más plausible, dado que también las críticas han sido, por lo general, muy buenas. El propio Ridley Scott ha reconocido que está muy contento con la promoción. Solo hace falta darse una vuelta por la prensa nacional e internacional para ver que Last Duel ha sido capaz de concentrar en un solo film la épica de las películas de caballeros, haciendo justicia al libro en el que se inspira, y resonar en el debate mediático contemporáneo: hay quien incluso ha hablado de su forma de abordar los abusos sexuales como “un #MeToo en la Francia del s.XIV”.
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Sin embargo, el director rechaza que el fracaso se deba a la pandemia. En una entrevista con Marc Maron en el podcast WTF, ha ofrecido una interpretación por lo menos sorprendente: la culpa la tienen los millennials.
Dicho así de golpe parece un meme para reírse de los boomers, pero el enfado del director contra el público más joven, junto con sus hábitos de consumo audiovisual, era lo suficientemente genérico como para prestarse a la polémica y a la parodia.
En su diatriba contra las nuevas tecnologías, sorprende primero que el director no parezca distinguir entre las diferentes barreras generacionales entre millennials y gen-z. Hablaba de los “millennials” para referirse, en realidad, a los nativos digitales: «Lo que tenemos hoy es al público que se crió con esos malditos teléfonos móviles. Los millennials nunca quieren que se les enseñe nada a menos que se lo digas en su teléfono».
Sus palabras pronto se viralizaron. Scott se ha convertido en un montón de memes, compartidos en todo el mundo a través de los smartphones de los que tanto parece recelar. Y aunque la reacción de las redes parezca darle la razón –seguro que ya hay más millennials que han visto los memes sobre sus palabras que millennials que han visto El último duelo– parece absurdo que el director quiera culpar a las generaciones más jóvenes del fracaso de su película.
Ni es verdad que los jóvenes no se interesen por el cine tradicional –ahí está el éxito de películas como Dune para demostrarlo–, ni tiene sentido que tratar de explicar un fracaso comercial tan enorme en todo el mundo apelando al público joven. Pero lo que parece irrevocable es la ruptura de Ridley Scott con gran parte de sus seguidores.
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