Las momias encontradas en el desierto de Taklamakán, al oeste de China tenían unos 4.000 años cuando fueron descubiertas en 1988. Estaban asombrosamente bien conservadas y sorprendían por su aspecto ‘moderno’ y una supuesta apariencia ‘occidental’. Vestían ropas de colores intensos y sofisticados adornos. La mayoría lucían rasgos caucásicos. “Eran personas altas, con el pelo castaño, a veces claro, y algunos hombres tenían densas barbas”, explica la antropóloga Christina Warinner, de la Universidad de Harvard. Todos se hicieron la misma pregunta: ¿de dónde vinieron aquellas personas y cómo terminaron en el corazón de Asia?
Un estudio recién publicado en la revista Nature viene a dar respuesta a esa pregunta. Y su conclusión desmonta las hipótesis defendidas durante décadas.
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La cuenca del río Tarim se encuentra en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, un tramo de la Ruta de la Seda que era considerada un cruce de caminos para las culturas de Oriente y Occidente. En la última de cada de los 90 se descubrieron en esta región cientos de restos humanos momificados de forma natural por el clima árido y frío. Los restos de aspecto físico “occidental” datan entre el 2.000 a.C. y el 200 d.C. Estas momias fueron enterradas en ataúdes con forma de barco en mitad del desierto y han desconcertado a los científicos durante mucho tiempo.
Ha habido tres grandes hipótesis sobre la mesa durante todo este tiempo. Unos creen que las momias proceden una población de pastores de la Edad de Bronce que procedía de las estepas rusas y que se propagó por Eurasia. Lo dedujeron porque había evidencias de que eran ganaderos y tenían un aspecto físico inusual.
Las otras dos teorías defienden que eran agricultores originarios del oasis del actual Afganistán o de las montañas del Asia Central. Este grupo tiene fuertes vínculos con los primeros agricultores de Irán.
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Un equipo internacional de investigadores de China, Alemania y Corea del Sur ha estado analizado el ADN de 13 de las momias de Tarim. Y los resultados sugieren que ninguna de las tres hipótesis formuladas es correcta. ¿Su conclusión? Aquellas personas de aspecto insólito no llegaron de montañas lejanas. Era una población autóctona, que vivió sin grandes mezclas desde hace más de 9.000 años. Sin embargo, pese a ese marcado aislamiento genético, el grupo era “culturalmente cosmopolita”, dicen los científicos.
“Pese a estar genéticamente aislados, los pueblos de la Edad de Bronce de la cuenca del Tarim eran notablemente cosmopolitas desde el punto de vista cultural” explica Warinner, autora principal del estudio. Sus miembros eran agricultores, elaboraban queso empleando una fermentación similar a la del kéfir y enterraban a sus muertos con ramitas de esfedra, una planta considerada medicinal en los oasis de Asia Central. Se cree además que los pueblos de la cultura Xiaohe fueron pacíficos e igualitarios.
“Nos sorprendió el llamativo contraste entre su aislamiento genético y sus conexiones culturales”, admite Warinner. “No está claro cómo o por qué mantuvieron un aislamiento genético tan estricto, pero su apertura a la adopción de nuevas tecnologías es lo que probablemente hizo que tuvieran éxito en la colonización de los oasis del desierto de la cuenca del Tarim”.
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