CULTURA

Mors Osculi: la verdadera leyenda tras el ‘beso de la muerte’

El joven está arrodillado, prácticamente inerte. Su rostro refleja la serenidad del que sabe que va a morir. Ese sopor absoluto que no se consigue ni con el fármaco o la droga más intensa. Ese que relaja cada uno de tus músculos y borra tu mente. La tranquilidad del abrazo de la muerte. Del beso de la muerte.

Detrás del joven, un esqueleto alado sostiene su cuerpo mientras se inclina hacia él amorosamente. Le besa la cabeza con infinito cariño, igual que haría un amante. El esqueleto es el ángel de la muerte. El joven, acaba de morir.

La escena descrita es en realidad una escultura funeraria situada en el cementerio de Poble Nou de Barcelona. Fue encargada en los años 30 por la familia Llaudet, que perdió a un hijo en plena juventud, al taller de Jaume Barba. El conjunto escultórico se acompaña, a modo de un epitafio, con unos versos de un poema de Mossèn Cinto Verdaguer:

Mas su joven corazón no puede más,

en sus venas la sangre se detiene y se hiela

y el ánimo perdido con la fe se abraza

sintiéndose caer al beso de la muerte. Amén”.

 

El petó de la mort, atribuida a Jaume Barba, aunque otros la atribuyen a Joan Fontbernat. Foto: PELYgROSA / Wikipedia Commons

La muerte, personificada con un esqueleto alado, ha bajado a la tierra para llevarse al hijo a su reino mortuorio. Pero, ¿por qué el ángel de la muerte arrebata la vida a través de un tierno beso?

Según Raimon Arola, experto en simbolismo de la Universidad de Barcelona, el beso que arrebata la vida en realidad no es tal.

A lo largo de los años, el llamado «beso de la muerte» se ha referido a una práctica instaurada en la mafia según la cual se daba un beso en la boca para informar a un capo que el Don ha tomado la decisión de asesinarle. También la relación entre beso y muerte se ha podido referir al beso de la traición que Judas le dio a Jesús antes de que este fuera crucificado. Pero Arola explica que «el beso de la muerte» representa una antigua tradición esotérica conocida como Mors Osculi.

 

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La Mors Osculi no es en sí misma la muerte física de un individuo sino algo mucho más complejo. Enraizada en la tradición ascética, esta muerte se refiere a la muerte iniciática, o también llamada muerte mística, que viene a significar algo así como morir antes de morir o la muerte como iniciación religiosa y espiritual.

En ese sentido, la muerte mística no es una muerte corporal sino la muerte del ego, de la identidad personal que con su miedo, ira, orgullo y complejos es una fuente de sufrimientos constantes.

 

La Mors Osculi no es en sí misma la muerte física de un individuo sino algo mucho más complejo: la muerte iniciática o muerte mística, la muerte del ego

 

Arola explica que en este caso, la muerte no es el esqueleto que con la guadaña nos arrebata la vida; la muerte es nuestra aliada y colaboradora que, cogiéndonos de la mano, nos lleva a un nuevo mundo. La muerte es un reflejo de la persona nueva ante la cual se presenta. La iniciación en el nuevo mundo viene introducida por un cálido beso en la boca.

Desde siempre, la boca se ha considerado el lugar por el que entra y sale nuestro espíritu, y también el lugar por el que penetran las posesiones demoníacas. Arola cita el Zohar, libro de comentarios del Torá para explicar ese sentido espiritual de una cavidad anatómica.

“Se nos ha enseñado que el besar es la unión de un espíritu con otro espíritu, por ello el beso es en la boca, pues la boca es el origen y la fuente del espíritu. Y por eso en el amor, el beso es en la boca y se une espíritu con espíritu, sin haber separación del uno con el otro”.

En otro fragmento, la explicación es aún más precisa: “Cuando dos personas se besan en la boca, sus espíritus se unen hasta el punto de convertirse en uno”.

Los cabalistas cristianos también dedicaron espacio a comentar el Mors Osculi preocupándose especialmente en distinguir entre la muerte física, en la que el alma se separa completamente del cuerpo, y la muerte occidental en la cual el cuerpo se separa del alma pero esta puede retornar al cuerpo. La muerte del beso formaría parte de la segunda consideración.

 

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Los alquimistas, en el opúsculo anónimo titulado Aquarium sapientum, explican esta separación del alma y el cuerpo como una especie de milagro liberador. “Esta separación del cuerpo y del alma del hombre debe hacerse muriendo espiritualmente. Esta disolución del cuerpo y el alma tiene lugar en el Oro regenerado de modo que el cuerpo y el alma, estando separados el uno del otro, no por ello dejan de estar fuertemente unidos en el vaso y reunidos”, escriben.

Desde que el hombre es hombre, toda la cultura ha girado alrededor de la muerte, el alma, la inmortalidad. “Hay una sola idea superior en la tierra: la de la inmortalidad del alma humana. Todas las demás ideas de las que puede vivir el hombre surgen de ella”, escribía Dostoyevski, sin duda el escritor que mejor conoce los horrores y alegrías que anidan en el interior de los hombres.

Vida y muerte no son antagónicos, son anillas de la misma cadena. Y en el beso, la muerte no es otra cosa que la liberación del alma, la entrada en un mundo nuevo.

Ya se escribía en el Talmud: “La más penosa de las muertes es la del garrote, la más dulce es la del beso divino“.

 

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pgadmin
Tags: Historia

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