Las cintas de correr o caminadoras tienen un pasado bastante oscuro asociado a mecanismos de tortura
Tu rutina de cardio no será la misma luego de enterarte que estas populares máquinas de hacer ejercicio fueron realmente pensadas para los presos de hace más de dos siglos.
El origen de la tortura
Su origen se remonta al año 1877 cuando el ingeniero británico William Cubitt se planteó una manera de mantener en movimiento a un centenar de presos. Al encontrarse confinados en un sitio con poco espacio y sin mucho que hacer, Cubbitt encontró en las “caminadoras” la solución perfecta.
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El diseño inicial de estas cintas de correr era un poco diferente al de la actualidad, de hecho era más parecido a una escalera. Los reclusos debían bajar en grupo los escalones de esta máquina estática mientras veían fijamente la pared que tenían enfrente.
Aunque este procedimiento se extendía por más de 6 horas diarias o lo equivalente a cambiar cerca de 5 mil kilómetros, sus creadores lo veían como una contribución a la sociedad. Durante todo el proceso se molían granos u otros productos beneficiosos para la economía inglesa.
Considerando todo el contexto, esta no era una sanción del todo negativa. Para la época un preso tenía varios escenarios como castigo, uno de ellos era ser enviado en exilio a las colonias británicas mientras que los menos afortunados eran enviados a la horca.
¿Cómo es que llegó hasta nuestros días?
Para la década de 1960, muchas de las muertes en los Estados Unidos estaban asociadas a enfermedades cardíacas. En consecuencia, los doctores especialistas necesitaban hallar la manera de poder acelerar el ritmo del corazón de una manera rápida y sencilla: Las cintas de correr.
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Décadas más tarde estas máquinas las vemos en todos lados e incluso son una de las maneras más sencillas de ejercitarse sin salir de casa. Algunos estiman que cerca de 50 millones de estadounidenses la usan al menos una vez al año.
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