Desde hace algunos años, el debate sobre las repercusiones que genera la llamada cultura de la cancelación copa los debates públicos, especialmente en el entorno cultural. Para resumirlo muy brevemente: cuando desde sectores reaccionarios se habla de “cultura de la cancelación” se recrimina que, a través de las redes sociales, los movimientos feministas y LGTBIQ* ejerzan señalamientos desproporcionados contra figuras públicas. Estos supuestos cancelados, en su mayoría hombres con poder, sufrirían después unas fuertas repercusiones en su trabajo y vida personal.
Ahora bien, antes de entrar en el debate sobre si está bien o mal juzgar a un artistas por sus actos y no por su obra, habría que preguntarse: ¿realmente existe la cultura de la cancelación? ¿Los hombres señalados por sus declaraciones o comportamiento misóginos son apartados de los espacios hegemónicos, los premios y los medios de comunicación tal y como denuncian?
Teniendo en cuenta los nominados a los últimos premios Grammy, los galardones más importantes de la música a nivel mundial, es fácil comprobar que no. Los cómicos Dave Chappelle y Louis CK, ambos especialmente críticos con la cultura de la cancelación, han recibido nominaciones por sus especiales de comedia sin importar sus actos.
El caso de Chapelle es especialmente significativo porque esta misma semana la polémica sobre su figura volvía a ser noticia en todo el mundo. El comediante, de 48 años, había recibido ya anteriormente duras críticas por las bromas tránsfobas que incluía en su monólogo The Closer. La publicación de este especial en Netflix generó un fuerte rechazo por parte de los trabajadores, que organizaron diversos actos de protesta y criticaron abiertamente a la empresa.
Sin embargo, lejos de repercutir en la retirada del especial, la dirección de Netflix se puso del lado del comediante, hasta el punto que despidieron a la trabajadora que había organizado las protestas. Una decisión que se suma a la suspensión de otras empleadas que habían levantado la voz en público durante estos meses.
El último capítulo de esta polémica, que se ha conocido esta misma semana, es que Terra Field, otra de las trabajadoras, ha tenido que dejar la empresa voluntariamente a causa de la presión que recibía por esta situación: “Después de que B. Pagels-Minor fuera despedida por algo que no creo que haya hecho, tomé una decisión: tratar de nadar o hundirme y estar a su lado, tal como ella lo hizo antes con otros trabajadores transgénero”, explicaba en su carta de renuncia, publicada por ella misma en Twitter.
Así, mientras Chapelle recibía la nominación a los Grammy junto al poeta Amir Sulaiman por su especial de spoken word, titulado 8:46 y publicado también en Netflix, quienes realmente se veían afectadas por la polémica, las canceladas de su trabajo, eran las trabajadoras de la plataforma.
En el caso de Louis CK, las acusaciones por conducta sexual inapropiada sí tuvieron consecuencias en un primer momento. Tanto HBO como Netflix cortaron lazos con el cómico, justo antes del estreno de su película I Love You Daddy en 2017. Él reconoció las acusaciones y se retiró de los escenarios durante un tiempo.
Sin embargo, pronto llegaron las noticias de que Louis CK volvía a actuar apenas nueve meses después de las acusaciones. Al principio, fueron apariciones esporádicas en el Comedy Cellar de Nueva York. Allí mismo hubo protestas por parte del movimiento feminista. No sirvieron de mucho: el comediante siguió adelante y organizó una gira por todo el país en 2019 que acabó con la grabación de un especial titulado Sincerely Louis CK. Él mismo subió y comercializó el contenido en su propia página web. Y es este contenido el que ahora opta a ganar el Grammy.
Si este monólogo resulta especialmente sangrante es porque el tema sobre el gira son las consecuencias de estar cancelado. Louis CK relata con ironía y conmiseración todas las humillaciones que ha tenido que pasar durante estos años, llegando al punto de bromear sobre su tendencia a masturbarse delante de sus compañeras de trabajo.
Por si quedaba alguna duda de que su poder estaba por encima de su cancelación, en los últimos meses las grandes plataformas han ido recuperando algunos de los monólogos de Louis CK que eliminaron tras las acusaciones.
Si estos hechos cuestionan la existencia de la cultura de la cancelación es porque no son anecdóticos: Plácido Domingo ha sido recibido por un público en pie en todos los escenarios que ha pisado después de que 27 mujeres denunciaran que abusó de ellas. Roman Polanski ganó el César a mejor película el año pasado a pesar de haber sido condenado por una violación a una chica de 13 años y sumar varias denuncias en la misma línea.
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La lista de directores, cantantes, cómicos y escritores podría ser mucho más larga. Pero lo que parece evidente es que incluso en aquellos casos donde las acusaciones hablan de acoso y abusos sexuales –y no solo de comentarios machistas y tránsfobos– las repercusiones han sido mucho más duras para las denunciantes o para los colectivos que han protestado que para los propios artistas. Más allá de las pocas semanas en las que la polémica está viva, y las empresas implicadas toman medidas cautelares para preservar su imagen, la cancelación no es más que un mito.
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