El juego del calamar se ha convertido en una historia de éxito, récords y cifras millonarias. El drama de supervivencia distópica creado por Hwang Dong-hyuk se ha convertido en el estreno más visto en la historia de Netflix, generando un valor estimado de 900 millones de dólares para la plataforma. Pero la idea de Squid Game surgió de un contexto muy distinto: los serios apuros económicos que vivió la familia de Hwang Dong-hyuk, y el propio cineasta, a raíz de la Gran Recesión.
La crisis financiera global que siguió a la caída de los bancos estadounidenses por las hipotecas subprime golpeó duramente a Corea del Sur. En 2009, la situación estuvo a un paso de volverse desesperada para la familia de Hwang. “Estaba muy apurado económicamente”, cuenta el director en una reciente charla con The Guardian. “Mi madre se jubiló de la empresa para la que trabajaba. Había una película en la que estaba trabajando pero no conseguimos financiación. Así que estuve sin poder trabajar durante aproximadamente un año. Tuvimos que pedir préstamos para salir adelante: mi madre, yo y mi abuela”.
Esa situación fue el germen de El juego del calamar, explica Hwang. En aquellos días de estrecheces económicas y ansiedad existencial, el cineasta busco alivio en los cafés de cómics de Seúl. Allí se empapó de Battle Royal, Liar Game y otros cómics de juegos de supervivencia. “Me sentí identificado con la gente que aparecía en ellos. Gente que estaba desesperada por conseguir dinero y éxito. Aquel fue un punto bajo en mi vida. Si existiera un juego de supervivencia como aquellos en la realidad, ¿me uniría a él para ganar dinero para mi familia? Era algo que me preguntaba de verdad”, reconoce el director. “Con el tiempo me di cuenta de que, siendo yo cineasta, podía poner mi propio toque a este tipo de historias, así que comencé a escribir el guión de lo que luego se convirtió en la serie”.
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Una vez elegido el marco para su historia, Hwang rebuscó en sus memorias de infancia para encontrar la inspiración de las pruebas mortales a las que deben enfrentarse los participantes de El juego del calamar. “Solía ser bueno peleando hasta llegar a la cabeza del calamar. Tenías que luchar, literalmente, para ganar”, dice del juego que da título a la serie. Luego reflexionó sobre la psicología de las personas en situaciones extremas. Y así, uniendo las piezas, surgió en su cabeza la idea de un concurso brutal. Un juego a vida o muerte en el que las normas sociales se diluyen y los contendientes quedan atrapados en una macabra guerra de todos contra todos. En la isla, la vida de quienes viven devorados por las deudas solo tiene valor como moneda de entretenimiento de un puñado de millonarios sin escrúpulos.
“La serie está motivada por una idea simple”, resume Hwang Dong-hyuk. “Luchamos por nuestras vidas en circunstancias muy desiguales”.
Más allá del factor distópico, El juego del calamar funciona como espejo de algunos de los aspectos menos favorecedores de la realidad social de Corea del Sur.
Como las madres del protagonista y de su amigo Cho Sang-woo, muchos ancianos surcoreanos se ven obligados a trabajar hasta casi el final de sus días para poder sobrevivir. Hasta 1988, el país no contaba con un sistema nacional de pensiones. Las cotizaciones a ese sistema solo se impusieron con carácter obligatorio en 1999. Muchos ancianos nunca tuvieron oportunidad de cotizar. Otros se vieron con pensiones tan bajas que seguir trabajando tras su jubilación es su única opción.
Según datos de 2018, más del 45% de los ancianos surcoreanos vivía en situación de pobreza relativa. Se trata del índice más alto entre los países de la OCDE.
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Luego está el tema de la deuda, el lastre común de casi todos los concursantes de Squid Game.
La deuda del conjunto de los hogares de Corea del Sur ha aumentado de forma constante en los últimos años, hasta sobrepasar el PIB del país. “El monto total de la deuda contraída por los surcoreanos comunes excede el PIB en un 5%”, explica Lee In-cheol, director ejecutivo del thinktank Real Good Economic Research Institute. “En términos individuales, significa que incluso si la persona lograra ahorrar cada centavo que ganó durante todo un año, aún no podría pagar su deuda. Y la cantidad de personas con problemas de deudas está aumentando a un ritmo exponencial”.
La desesperada situación de los concursantes de El juego del calamar es el día a día de miles de surcoreanos asfixiados por las deudas. Personas comunes que tras un traspiés confiaron en las posibilidades del crédito en un país en el que, hasta hace no mucho, conseguir un préstamo era extremadamente sencillo.
¿Cuántos de esos hombres y mujeres desesperados firmarían si alguien les ofreciera la posibilidad de ganar una cantidad indecente de dinero a cambio de “jugar”?
Hwang Dong-hyuk parece tenerlo claro: aunque su serie sea ficción, “vivimos en un mundo de Squid Game”.
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