La fecha exacta se desconoce, pero la escena se sitúa a finales de la década de 1880. Unos paseantes caminan por la margen del río Sena en París. A la altura del Quai du Louvre, justo enfrente del célebre museo, su mirada se percata de algo: el cuerpo de una mujer muerta flota en las aguas. Los paseantes aún no lo sabían, pero su hallazgo acababa de poner los cimientos a la leyenda de ‘La desconocida del Sena’.
La joven no mostraba signos de violencia por lo que se especuló sobre su suicidio. El cuerpo fue puesto en exhibición en la morgue con la esperanza de que alguien la reconociera. Pero el cuerpo nunca fue reclamado.
Uno de los asistentes del médico forense que examinó el cuerpo quedó conmovido por el rostro bello y sereno de la joven, quien, pese a estar muerta, conservaba una enigmática sonrisa. Fascinado, el hombre decidió tomar un molde de yeso de aquella cara.
Al poco tiempo, diversas reproducciones realizadas a partir de aquel molde mortuorio aparecieron a la venta en varios establecimientos. Aquel rostro tenía algo magnético. Artistas y escritores empezaron a fijarse en aquellas figuras, a comprarlas para decorar sus casas. Como quien no quiere la cosa, la máscara mortuoria de la desconocida del Sena pasó a ser un accesorio de moda entre la bohemia parisina de la época.
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Albert Camus se refirió a ella como ‘la Mona Lisa ahogada’. Nabokov le dedicó un poema. Man Ray se inspiró en ella para su arte. A la lista de personajes qu se inspiraron en su rostro hay que sumar nombres como Maurice Blanchot, Céline, Anaís Nin, Louis Aragon o Conrad Muschler.
La leyenda de la desconocida del Sena va más allá. Su influencia trasciende las fronteras parisinas. Se dice que todo una generación de chicas alemanas inspiraron su apariencia en ella. L’Inconnue de la Seine se convirtió en una especie de ideal estético de la época, como lo fue Brigitte Bardot en los años 50.
Más allá de su destino como musa literaria o de la polémica sobre el origen de su sonrisa —hay quien sostiene que esa expresión es imposible que se dé en una ahogada, manteniendo que detrás del molde se encontraba, en realidad, una modelo—, la desconocida del Sena consiguió ser famosa por otra razón. En 1955, el fabricante de juguetes Asmund Laerdal fue contratado para crear un maniquí con el que los estudiantes pudieran aprender la técnica de reanimación cardiopulmonar (RCP).
Laerdal deseaba que su maniquí luciera un aspecto natural y poco amenazante, así que optó por un rostro femenino. El juguetero recordó una máscara de la desconocida del Sena que guardaban sus abuelos y eligió su rostro para el muñeco. La llamó Resusci Anne.
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Hoy en día, los muñecos estándar para practicar las técnicas de RCP siguen portando el rostro de la joven, dando lugar a una curiosa paradoja. La cara de una joven ahogada ha pasado a convertirse en símbolo de vida para millones de personas que aprenden a resucitar a otros y para todos aquellos que un día se salvaron de la muerte gracias a esta técnica.
Es como si el destino hubiera querido impartir justicia a aquella joven desconocida que un día fue encontrada en el Sena y lo hubiera hecho de esta manera tan especial: convirtiendo su cara en una de las más besadas de la historia.
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