Taylor Swift concentra en sí misma la propia industria musical actual: esta es una idea que acompaña a la artista desde hace tiempo. Su carrera, sus datos y récords rotos bien podrían demostrarlo. No hay éxito que no bata, ni concierto que entradas no agote.
La plataforma Ticketmaster ha tenido que cancelar la venta de entradas de la última gira de Swift, ‘The Eras Tour’, debido a la enorme cantidad de personas que tenían pensado acceder. No se ha visto capaz de poder responder a la entrada de 14 millones de personas. Es solo una cifra más, otra capaz de resumir muy bien el séquito de fans de la artista.
La carrera de Swift comenzó siendo una niña, de apariencia inocente, delicada y silenciada por una industria y una discografía que intimidaban a una joven que soñaba con tocar y escribir desde la experiencia del vivir. En 2006 lanzaba su álbum debut homónimo y se establecía como una estrella de la música country. Con canciones como Our Song entraba en la lista ‘Hot Country Songs’. Desde aquel entonces la compositora no ha parado de trabajar: diez álbumes, dos regrabaciones, 793 nominaciones y 332 premios. Swfit es la cantante más exitosa de la última década.
Bajo la excusa del lanzamiento de su último disco, Midnights (2022), es interesante analizar el cambio de perspectiva que se ha gestado en torno a la artista en los últimos años.
Los primeros años de Swift en la industria de la música van estrechamente ligados a su juventud. Con tres reglas muy marcadas: temas de desamor, música country con un toque pop y ninguna manifestación política o ideológica –de esto último, la compositora se arrepentiría en los años posteriores–. Escribía lo que bien puede describirse como temazos, pero parte de la industria no se la tomaba en serio. Solo veían a una cantante que escribía sobre desamor, como si eso deslegitimara el discurso y talento de Swift, haciéndola menos válida para el mundo de la música. Los datos demostrarían lo contrario y situarían Fearless (2008) como el álbum country más premiado de la historia.
En la gala de premios de los ‘Video Music Awards (VMAs)’ de 2009, Swift ganaba el premio a mejor vídeo por su trabajo You Belong With Me. Cuando la artista subió al escenario y mientras dedicaba los agradecimientos, Kanye West con total impunidad y osadía, le arrancaba el micrófono de las manos para decir que el premio lo merecía Beyoncé. Un buen reflejo de lo que la industria musical ha tratado de hacer con muchas artistas: enfrentarlas, cosificarlas y relegarlas a no ser lo suficientemente buenas.
Cada álbum que lanzaba lograba, por difícil que pareciese, batir los récords del anterior. La fama, y el acoso mediático, también fueron creciendo. Swift, durante aquellos años, sin embargo, no es suficiente para la industria. Alejada de posicionamientos que pudieran dañar su imagen pública, temerosa de que su palabra fuera considerada un dogma, la cantante mantenía su característico flequillo y melena rubia que dotaban de credibilidad su versión de ‘niña buena’.
Experta en el Scrabble, dominadora de la lengua y reina de las referencias, Swift lanzaría en 2012 Red y dos años después, en 2014, 1989. Con ambos álbumes daría el pistoletazo de salida a la Taylor más pop hasta la fecha. Sus discos acumularían escuchas a una velocidad de vértigo. El labio rojo se volvería su signo distintivo. Sus canciones se volverían el himno de una generación que creció escuchando a una chica que sufría igual que ellas.
En 2016, aparecería el golpe más duro que ha padecido como artista. Kanye West lanzó Famous, una canción en la que se refiere a Swift como “yo hice a esa p*** famosa”. Internet explotó, West decía haber tenido el consentimiento de Swift para sacar a la luz la canción. La artista aseguró que era denigrante y machista que dijese eso de ella y que obviamente en ningún momento lo consintió previamente.
La reacción vino por parte de Kim Kardashian, por aquel entonces mujer de West, que decidió filtrar parte de la conversación telefónica mantenida entre Swift y West. Allí se da a entender que la artista sabía qué aparecería en la canción.
Tras esta disputa, Swift perdería la credibilidad ante el mundo. Al ataque de Kardashian se sumarían millones de usuarios que llenarían las redes sociales de la artista de mensajes denigrantes y humillantes. Aquello fue interpretado como el fin de la carrera de Taylor Swift.
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La artista permaneció desaparecida en combate durante meses, nadie sabía qué había sido de ella, dónde estaba o qué iba a pasar con su carrera musical. Su reputación, de la que había hecho su imperio, había sido destruida. No había señales de vida de la cantante, hasta que lanzó el sencillo Look What You Made Me Do en 2017. El videoclip está plagado de referencias, Eastern Eggs y, sobre todo, de la versión más rompedora de Swift. El principio y el final de una era. El paso adelante del silencio.
Es durante la época de Reputation (2017) cuando aparece la Taylor Swift más humana, perseverante, polifacética e inteligente. Más consciente que nunca del poder de tener un altavoz. En Look What You Made Me Do aparece la icónica frase que recogería el cambio de ‘niña a mujer’ de la artista: “la antigua Taylor no se puede poner al teléfono ahora mismo, ¿qué por qué? ¡Ah, porque está muerta!”. No solo consigue apoderarse de lo que un año atrás la destruyó emocionalmente sino que supone el cambio más transformador en su imagen.
Su tradicional corte y color de pelo sufre una modificación: luce un color platino, labios negros, lo que los Swfites bautizarían como bleachella.
En Lover (2019) la oscuridad propia de un túnel -encarnado en Reputation– ha dado paso a la luz. No es la chica mala, con sed de venganza, de ser reconocida por quién es de la era anterior, ahora está en paz y enamorada. Abandera la lucha LTGBIQ+ y abraza al amor propio en sus canciones. Lover es un álbum de colores pastel en los que reina el baby blue y el rosa claro, simbolizan el oasis de Swift. Lover es el descanso después de una larga maratón, el saber que se ha llegado a donde una debía estar.
Es durante esa época en la que se graba el documental Taylor Swift: Miss Americana para Netflix. La película abarca uno de los puntos de inflexión de su vida. En él confiesa que sufrió un trastorno de la conducta alimentaria: bulimia. Un juicio por agresión sexual, las consecuencias de estar en el ojo público, como el acoso a sus relaciones sentimentales, el diagnóstico de cáncer de su madre, Andrea Swift, y la decisión de hacer pública su ideología política.
En palabras de la compositora, “necesito estar en el lado correcto de la historia”. Estas declaraciones las pronunciaba junto a sus padres, en las que reivindicaba su angustia por haber guardado silencio y haber dejado que políticos republicanos, como Donald Trump, la nombrasen ‘una de los suyos’. Swift utilizó Twitter para sentenciar que, en noviembre de aquel año, echarían a Trump de la Casa Blanca, es lo que muchos medios han nombrado como ‘su despertar político’.
2019 y 2020 son dos años trascendentales para entender la transformación de la perspectiva que se tenía de Taylor Swift. Después de los sucesos previos y posteriores a Reputation (2017) y la embarcación hacía la Lover (2019) salen a la luz dos hechos comprometidos. Primero, que Taylor Swift decía la verdad sobre la canción de Kanye West; y segundo que, en un acto vil por parte de Scooter Braun y su sello discográfico, Swift perdía los derechos sobre sus propias canciones y sus seis álbumes anteriores a Lover.
Cuatro años después las mentiras vertidas y la manipulación de la grabación proporcionada por Kardashian en Internet, en 2020 se filtró la conversación real mantenida entre ambos artistas, demostrando así que Swift jamás consintió que se la insultase en la canción de West.
Sobre el segundo acto de su renacer: Swift tenía un contrato con la discografía Big Machine Label entre 2005 y 2018. O lo que es lo mismo desde el álbum Taylor Swift (2006) hasta Reputation (2017). Scooter Braun compraba dicha discográfica en 2019, quedándose así la lista de clientes, los acuerdos de distribución, editoriales y las grabaciones maestras. Sin embargo, la discografía de Braun vendería a un fondo de inversión el paquete del antiguo sello. Esta venta se realizaría a espaldas de la cantante, sin darle a Swift la posibilidad de adquirir y ser dueña de su propia música.
La artista es dueña de las letras de sus canciones, pero no del audio de sus grabaciones. En respuesta, Swift se dedicará a regrabar álbum por álbum para recuperar su historia.
Folklore (2020) y Evermore (2021) podrían verse y escucharse fácilmente como la parte I y parte II de un mismo álbum. Es la etapa en la que Swift menos habla de sí misma: con canciones entrelazadas como Cardigan, Betty y August pone de manifiesto el valor de contar historias. Folklore y Evermore van más allá del reconocimiento público o de poner al mundo bajo tus pies: simbolizan la consagración de Swift como la artista de la década.
Midnights (2022) es un álbum íntimo que habla de ella, de ti y de mí, de aquello que solo nos confesamos a nosotras por la noche a altas horas de la madrugada, de lo que guardamos en el interior, de la sed de venganza, la depresión, de lo difícil que resulta mirarse a una misma al espejo y de lo fácil que miramos al sol para apreciar su belleza. Midnights es la carta más íntima de una mujer, el retrato más personal y propio de la artista.
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