En el Hipódromo de San Isidro el sol iluminaba los cinco escenarios mientras hacía sentir su presencia en la sensación térmica y permitía que el verde impoluto del pasto se luzca. Chevrolet Onix nos había invitado a un festival que celebra la diversidad y con escuchar solo unos segundos del bullicio característico del Lolla ya nos quedaba muy claro dónde estábamos llegando: a lo lejos un cantante saludaba en inglés a sus fans, un rapero mostraba su habilidad con notorio acento argentino y un piano y un contrabajo demostraban a los más jóvenes que el tango también tenía un lugar en la agenda.
Está claro, pueden juzgar de muchas cosas a los millennials y centennials, pero algo es seguro: no tienen prejuicios. Por eso el Lollapalooza es único en su especie, sin banderas, sin remeras y sin tribus, se ha convertido en una gran comunidad que se une para disfrutar de los diferentes escenarios y actividades. Nadie te va a mirar raro si entrás al Gravity Room de Chevrolet Onix a sacarte mil fotos haciendo poses y “desafiando a la gravedad”. Todo está permitido y cada uno hace y se viste como quiere. Justamente lo que hace latir al corazón de este festival son las miles de expresiones que podés encontrar en los looks, todos diferentes e irrepetibles, la intervención es el alma de un estilo bien Lolla.
Ir vestido como se te dé la gana es sinónimo de tener un gran outfit. Y lo mejor de todo esto es que las formas de vestirse no se asocian a un tipo de música: sos lo que sos por lo que te pinta ponerte y ya, no tenés que dar explicaciones acá. Ir de un escenario al otro es como atravesar una pasarela en plena semana de la moda pero donde los paparazzis son los propios amigos de los modelos. Como ese grupito de chicos que tirados en el pasto mientras tocaba Rosalía no paraban de sacarse selfies, y con mucha razón: se lucían con sus remeras neón, pantalones de tartán, estampados batik, gemas y sombreros estilo pescador. Y ni hablar de dos de las chicas del grupo que combinaban un look deportivo con tops metálicos y el pelo teñido. La clave es que todo suma para intervenirte y armar el look que más te represente y te haga único e irrepetible.
Frente al stand de Chevrolet Onix nos encontramos con Lucía, Mariano y Olivia, que disfrutaban en el pasto con los 27 grados del primer día del Lollapalooza mientras se sacaban fotos de sus brazos recién lookeados por el body marbling (una especie de tatuaje temporal hecho a partir de gotas de pintura acrílica diluidas en un tanque de agua). Los tres demostraron su fanatismo por la banda Twenty One Pilots con sus pantalones cargo, remeras negras y pañuelos y detalles de cinta en amarillo. Para sorpresa de algunos —que siguen pensando que solo se puede escuchar un estilo de música— cuando les preguntamos qué venían a ver, Lucía nos contestó que no eran solo fanáticos de la banda estadounidense sino que también venían por Post Malone, Rosalía, Troye Sivan, Arctic Monkeys y Lali. Y como si eso no fuera suficiente planeaban conocer nuevas bandas.
Para Lucía y sus amigos el Lolla no es solo música: “Venir acá es encontrar mil looks diferentes, muy extravagante, no podés dejar de mirar a las personas”. Y claro, mientras hablábamos pasaban grupos de amigos con botas de cowboy, camisas estampadas y biker shorts en neón, no existe un nombre que pueda definir ninguno de los estilos que vimos allá. Mariano agregó que “Lo mejor del Lolla es venir intervenido, sentirse libre y hacer lo que uno quiera con sus amigos” y nos dejó bien en claro que los looks nunca son al azar: “Vinimos el año pasado y también nos pintamos. Hoy cuando entramos dijimos “Listo, vamos al stand Chevrolet a pintarnos las manos”. Está bueno intervenirse para combinar con los colores y sumar al outfit”, nos contó mientras nos mostraba su brazo blanco y amarillo.
A unos pocos metros nos encontramos con Lautaro y Paloma que estaban esperando su turno para personalizar un Chevrolet Onix en las pantallas con animaciones interactivas. Ellos no se quedaron atrás con los looks: ambos con camisas vintage y detalles de glitter en su rostro. Nos contaron que los que vienen al Lolla escuchan de todo y que lo que más les gusta del festival es su ambiente: «La gente tiene alta onda, no ves a nadie con un estilo definido, que decís “Ah, esta persona viene a escuchar esta banda”» nos dijo Paloma, y tiene razón, ya que si bien las banderas de bandas son un menester en los recitales, en este festival no son tan populares. Por otro lado Lautaro agregó: “Con el pasar del tiempo se fue haciendo una cultura dentro del festival acerca de los looks, está armado de una forma -desde las actividades hasta la música- que te hace sentir con ganas de vestirte como se te cante”.
Si hay algo que se vive en el Lollapalooza es la diversidad desde su esencia, todo conviviendo en un mismo lugar. ¿Y saben qué? A nadie le llama la atención. Sí, los millennials y centennials demostramos que se puede convivir conectados en un mismo espacio, sin molestarnos, sin sentirnos más que otros, y de hecho no nos cuesta nada asumir que nos vamos a dar también una pasada por algún otro escenario para cantar un hitazo de un artista de cuarteto o reggaetón. Los estereotipos ya fueron, estamos grandes para ponernos etiquetas.
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