En efecto, la princesa estaba muy triste por no poder ir al baile que había organizado el príncipe pues porque cuando uno está en sus 20, no se quiere perder ni un bautizo. Y estaba ahí, entre lágrima viene y lágrima va, pensando en qué podría hacer para ir al susodicho baile cuando se le aparece su madrina, el Hada.
Ahí, ni corta ni perezosa, la princesa le dice al Hada que por favor la ayude, que ese agasajo no se va a repetir nunca. Y el Hada, cuál abuela alcahueta, le dice que bueno, pero que no vaya a llegar tarde.
Param pum pum, conjuro al 100% y la princesa estaba completamente lista para irse a la farra. Pero un pequeño detalle olvidó la mujer cuando se puso los zapatitos de cristal. La joven no contaba que, por ser de cristal, los pies le sudarían como si no hubiese mañana, y del afán por llegar a donde estaba el príncipe, olvidó ponerse sus talcos Mexsana.
Corra que corra, la princesa llegó a la fiesta y al principio todo bien, todo bonito. Pero pasaron unos minutos y un olor la empezó a inquietar; claro, eran los pies que le olían a ¡padre y señor nuestro!. Y para colmo, como eran zapatitos dados por el hada, o sea, eran zapatitos mágicos, pues tenían vida y sentían el olor, y empezaron en un tire que tire para liberarse de esos pies que, aunque eran de princesa, apestaban a los mil demonios.
El caso es que la princesa se entretuvo en el agasajo un buen rato, pero cuando se dio cuenta de la hora, corrió para llegar a su casa y evitar ser descubierta. Y fue en medio de esa carrera que uno de los zapatitos dijo “pues no mi ciela” y como pudo se liberó de los pies de la princesa pecuecuda, con tan mala suerte que se topó con el príncipe obsesionado por su amada. Eso sí, tan pronto el príncipe recogió el zapatito lo mandó a lavar y a desinfectar porque el olor era más grande que su amor.
Ya desinfectado, el zapatito se sintió más tranquilo y se relajó, pensando que nunca más se toparía con los pies de tan pecuecuda mujer. Pero no podía estar más equivocado el zapatito encantado, porque fue nada más que se acomodará para que notará cómo el príncipe empezó a buscar a su princesa por cielo y tierra. Sin saber qué hacer, el zapatito se resignó a acompañar al príncipe en la búsqueda de la joven, con la esperanza de no encontrarla.
Casa por casa, el príncipe probó el zapatito en todas las mujeres del reino, siempre decepcionado porque no calzaba. ¿Qué pasaba? Pues que el zapatito se retorcía, cambiaba de tamaño y hacía cuanto podía porque ninguna de esas mujeres usaba sus talcos Mexsana.
¡Solo me dejaré calzar de pies sin hongos, sin bacterias y que estén realmente limpios! – decía mentalmente el zapatito ante cada intento del príncipe.
Cansado y con el corazón roto, el príncipe pensó que ya no encontraría a su amada nunca más.
Pero todos sabemos que la historia termina con ellos casados y viviendo felices. Entonces, ¿qué pasó? Pues mira que suerte tienen las que sí se limpian y arreglan los pies, la princesa después del incidente de la fiesta se dijo a sí misma “mor, nunca más te pones unos zapatitos, por mágicos que sean, sin usar tus talcos Mexsana” Y dicho y hecho; ahora todos los santos días la princesa se aseaba sus pies y siempre se ponían sus talcos. Todo esto hizo que, cuando el príncipe llegó a la casa de la princesa, solo ella pudiera calzar el zapatito, quien cedió ante tan delicioso olor de pies.
Así pues, la verdad de esta increíble historia ha sido revelada, dejándonos una moraleja sencilla: si no quieres pasar vergüenzas innecesarias, que no se te olviden tus talcos Mexsana.
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