Año 1983. Justo cuando Charly García está a punto de comenzar la gira de presentación de “Clics modernos”, su tecladista abandona la banda. En su reemplazo, ingresa un joven músico de apenas 20 años.
El que dejó la banda se llamaba Andrés Calamaro. El que ingresaba para tocar junto a su ídolo era Fito Páez.
La historia del rock argentino pasó por distintas etapas, que podríamos dividir en: los comienzos (Los Gatos, Manal, Almendra, etc.), el período 1975-84 (Pappo, Charly García, Virus, Los Abuelos De La Nada y tantas otras), el período 1985-1994 (con una explosión de bandas como Soda Stereo, Los Fabulosos Cadillacs y el apogeo de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota), el período 1995-2004 (Los Piojos, La Renga, Babasónicos, el rock barrial) y por último la etapa moderna (bandas post 2004 y el indie nacional).
El rock nacional siempre se reinventó. Mientras en otros países latinoamericanos el reggaeton copaba las radios, acá seguíamos llenando estadios a puro pogo. Un género que tuvo sus golpes, sus cambios de estilos y de paradigmas. Es difícil encontrar constantes o algún hilo que pueda unir todo lo que pasó desde aquellos primeros acordes, pero sí hay protagonistas que se mantienen vigentes: uno de ellos es sin dudas Fito Páez.
Este músico logró una vigencia pocas veces vista. El rosarino entró por la puerta grande del rock en los 80, tuvo grandes momentos de gloria, filmó dos películas e incluso se puede dar el gusto de decir que compuso el disco más vendido de la historia argentina (“El amor después del amor”, 1992). Un CV que más de uno quisiera tener en LinkedIn.
Pero parece que Fito no se cansa: en 2018 se dio el lujo de tocar en el mítico Carnegie Hall de Nueva York, la semana pasada fue nombrado Personalidad Destacada por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y hace apenas días se despachó con un show de 2 horas y media para 25.000 personas en el festival #MovistarFriMusic de Buenos Aires.
“Ya ha corrido mucha agua debajo de este puente / me ha sobrado y me ha faltado inspiración”
La excusa del recital era el cierre de la gira latinoamericana de su disco “La Ciudad Liberada”, lanzado en 2017, pero fue un extenso recorrido por varios de sus hits. Desde el comienzo con el clásico “Tema de Piluso”, el show se convirtió en un coro constante de gente cantando himnos como “11 y 6”, “Un vestido y un amor”, “Tumbas de la Gloria o “Al lado del camino”.
Nadie hubiera pensado que aquel chico que entró como músico de Charly García en 1983 hoy todavía estaría haciendo saltar a miles de personas. Desde aquellos primeros momentos pasaron muchas modas, nacieron y murieron bandas e incluso géneros musicales, pero Fito Páez sigue dándole alegría a nuestros corazones con su rock sin fecha de vencimiento.
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