Este joven es un ingeniero que hace juguetes y decidió usar su conocimiento para fabricar prótesis para las personas pobres de Bolivia que tienen una discapacidad.
El joven boliviano Roly Mamani es un ingeniero que hace juguetes pero con su experiencia decidió fabricar prótesis para personas en discapacidad.
Desde hace unos años, este joven le apostó a usar su experiencia para tratar de ayudar y darle una nueva esperanza a las personas que perdieron alguna de sus extremidades en su país.
Roly es hijo de agricultores y creció en medio de dificultades en Achocalla, una comunidad a 15 kilómetros al norte de La Paz que se dedicada al pastoreo o la siembra de hortalizas y tubérculos.
A falta de juguetes, a los seis años empezó a construir sus propios autos de cartón y plástico. En el colegio fabricó su primer modelo a control remoto.
Antes de ingresar a la universidad pública, trabajó dos años en un taller automotriz. y esas fueron «las primeras máquinas reales que yo vi».
De esta forma, a sus 34 años ya tienen su propio laboratorio que construyó con la idea de fabricar robots lúdicos o educativos.
«Podría decirse que ahora tengo todos los juguetes que yo quiero», apunta este joven representante tímido de la cultura emo.
Sin embargo, la historia de un campesino sin manos lo hizo reflexionar y lo llevó a repensar lo que estaba haciendo con sus conocimientos.
«Yo se las puedo crear», se dijo al conocer ese caso y el de otras personas sin extremidades ni recursos para una prótesis.
Una ayuda para los más necesitados
Fue en 2018 cuando Roly empezó a fabricar soluciones para estas personas en sus impresoras 3D. «La ciencia es como un superpoder. La robótica es una tendencia, pero si no ayuda a cosas importantes de nada va a servir».
Con el paso del tiempo se dio cuenta de que puede llegar a crear sis piezas al mes y por eso durante los últimos años ha logrado fabricar más de 400 prótesis.
Sin embargo, cada prótesis 3D tiene un costo promedio de 1.500 dólares y en Bolivia el salario básico a penas llega a 323 dólares.
Ante esta realidad, este joven ingeniero decidió regalar las prótesis y cree que ha entregado más de 200 unidades gratuitamente o al menos cubriendo el costo de producción.
Su historia se fue viralizando y siendo noticia y por eso ha podido ayudar a cientos de personas conociendo sus historias de vida a través de las redes sociales.
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Pero Roly Mamani siempre quiere cerciorarse de su condición de discapacidad y por eso decide visitarlos para comprobar sus necesidades.
«Las personas con más necesidad se exponen a trabajos precarios sin seguridad y por eso tienen estos accidentes donde pierden una extremidad», dijo.
Por cosas de la vida, su hermano Juan Carlos es fisioterapeuta y ha logrado ayudarlo con el proceso kinésico de los pacientes.
En Bolivia el sistema público de salud no cubre prótesis. Según el Comité Nacional de Personas con Discapacidad, en el país existen unas 36.100 personas con discapacidad física y motora.
Sin embargo, gran parte de estas personas no cuentan con los recursos para pagar por una prótesis. Además, un prototipo funcional, que permite hacer ciertos movimientos, puede llegar costar hasta 30.000 dólares.
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Es por esto que la labor que viene haciendo este joven regalando prótesis a las personas que más lo necesitan ha cambiado cientos de vidas.
Uno de ellos es Pablo Matha, un hombre de 59 años que perdió la visión y su mano derecha manipulaba dinamita en una mina hace unos siete años.
Su condición no era un impedimento para intentar tocar guitarra y se las arregló tomando un sujetador de dientes para el pelo de su esposa para hacer sonar las cuerdas y recibir unas monedas.
Roly Mamani y su hermano decidieron ayudarlo y le donaron una prótesis: «Antes sentía que la gente me miraba y se reía. Pero ahora que tengo la prótesis (…), por un rato siento que soy como cualquiera persona común», dijo.
Otro de los jóvenes al que le cambiaron la vida regalándole una prótesis es Marco Antonio Nina. Este joven de 26 años sufrió una descarga eléctrica que le cercenó el brazo izquierdo y le atrofió su mano derecha.
«Me gusta cantar, pero sin la prótesis me dolía agarrar el micrófono porque me apoyaba con los hombros. Ahora con esto, es una bendición», dijo.
La historia de Roly le dio la vuelta al mundo y Estados Unidos decidió reconocerlo como uno de los líderes de América Latina y le concedió una beca en robótica.
«No voy a dejar lado mi propósito para mejorar la calidad de vida de las personas. Quiero generar mi propia tecnología, tengo que mejorar», dijo este joven que ahora espera crear un centro de rehabilitación.
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